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Zona Empleo-EDH
El trabajo de oficina no tiene la misma demanda física que otras profesiones. Sin embargo tiene sus particularidades relacionadas al estrés, la ergonomía y el sedentarismo. Hay que saber identificar los pequeños detalles que hacen más saludable y placentero el lugar de trabajo.
La oficina es el espacio donde un trabajador pasa la mayor parte del día. Y aunque él no se de cuenta, mantenerse dentro de ese lugar cerrado también tiene sus riesgos laborales.
Muchos de ellos están relacionados a desgaste muscular, visual o estrés. Acá hay algunos consejos que ayudarán a que la oficina sea un espacio saludable y placentero. Algunos pueden ser puestos en práctica por los mismos miembros del equipo de trabajo.
Las principales molestias al trabajar en un espacio de este tipo son dolores de cuerpo generados por mantener una mala postura durante un tiempo prolongado. Para corregir esto es necesario enfocarse en cambiar el entorno personal, el escritorio o cubículo.
Por mucho espacio que se pretenda ahorrar, lo mejor es evitar colocar las computadoras de manera que lo obligue a utilizarlas girando la cabeza o el tronco del cuerpo. Si este equipo no es la principal herramienta de trabajo y se encuentra a un costado de la mesa, lo mejor es que haya suficiente lugar para girar la silla de trabajo. El objetivo es que en todo momento el teclado y la pantalla estén de frente al cuerpo, sin forzar la pose. Como un tip particular, hay que ser precavido con la fatiga visual. Se recomienda que las pantallas y monitores estén a un aproximado de 65 centímetros del rostro. Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos para perjudicar los ojos.
Además se debe cerrar los párpados durante algunos instantes si se está trabajando en un ambiente con demasiada iluminación o trabajando con una computadora. En algunos casos incluso es aconsejable buscar un lugar abierto para enfocar la vista en objetos distantes. Esto reduce la fatiga de observar elementos demasiado cercanos todo el período laboral.
La luz del ambiente en que se trabaja afecta de dos maneras, por un lado influye en el ánimo laboral y por el otro, también condiciona el funcionamiento de la vista. Asegurarse de que no haya demasiada luz en un espacio permite evitar la sequedad o la necesidad de rascarse los ojos. Procurar que la iluminación tampoco sea débil permite evitar un mayor esfuerzo.
Es recomendable controlar los reflejos en espejos, vidrios y monitores. Cuando es posible, como con las computadoras, se debe mover estos objetos para que no generen un choque constante sobre los ojos. En el caso de que no se pueda controlar esto, se puede considerar opciones como cortinas para regular el paso de luz. También se recomienda que el tono de la iluminación, cuando es artificial, sea más cálido o de matices tenues. Y es que las lámparas de luz blanca o demasiado brillante pueden generar más estrés y cansancio en la vista luego de un uso recurrente.
Relacionado a la iluminación se encuentran los colores de la oficina. Si bien esto escapa al control del trabajador, se puede influir mediante los muebles o la decoración. Hay que recordar que existe algo llamado psicología del color. La cual otorga ciertos atributos a los colores según las sensaciones que despiertan en las personas que los observan.
Así por el ejemplo el rojo es asociado al amor, al calor, el dinamismo, pero también a la ira y el peligro, dependiendo de su tonalidad. Para una oficina se recomienda que los tonos, independiente del color, sean claros y se complementen con otros para balancear su efecto en los trabajadores. Dependiendo del tipo de empleo que se realice en una oficina, hay un nivel de ruido que se generará en el espacio. Impresoras, teléfonos, teclados, todo genera ruido.
Es responsabilidad del trabajador esforzarse porque los sonidos propios de su actividad no lleguen a un nivel molesto o perjudicial para sus compañeros. Cosas tan sencillas como aislar la fuente del ruido, cerrar puertas o tener cuidado al utilizar ciertos aparatos pueden ayudar de mucho. De forma adicional, hay que estar conscientes de mantener al mínimo ruidos que sean ajenos a la actividad laboral como la música o las conversaciones.
La idea es, por ejemplo, que si se busca escuchar música, que sea a un volumen adecuado para no interrumpir a otros ni distraer. En cuanto al tema de la organización, es quizá el punto más evidente y por ello el último de la lista. Una oficina organizada y limpia es lo más saludable para el trabajador.
Por ello es necesario que cada persona sea responsable de limpiar regularmente su espacio de trabajo y las herramientas que utiliza. Y es que aunque no sea visible a primera vista, todo acumula polvo luego del día o la noche. Por ello es recomendable hacer una limpieza exhaustiva cada cierto tiempo.
Esto aplica además para las cosas que se guardan en la oficina. Todo debe estar bien organizado y accesible, guardando solo aquellas cosas que son necesarias. Un espacio que acumule varios objetos en desorden no necesariamente es un foco de infección, pero acumula polvo y puede ser escondite para insectos.
Cada cierto tiempo se debe revisar las gavetas del escritorio para desechar aquellos papeles, objetos (o incluso alimentos) que ya no se usarán. Esto además hará que el espacio de labores sea más eficiente para todo el equipo de trabajo.
Otro punto importante de la organización es el adecuado mantenimiento de los muebles y el equipo de la oficina. Saber ordenar estos objetos en tu lugar de operaciones permite un mejor uso del espacio y además reduce la posibilidad de accidentes por causas triviales como saturar la habitación. Con algunas de estas pequeñas acciones, realizadas de manera constante, la oficina se convertirá en un espacio cada vez más saludable y colaborativo para todos los que integran una familia laboral.
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